La clave para adelgazar está en tu ADN, ¿lo sabías?

11 de mayo, 2022

Demasiadas veces nos preguntamos: ¿por qué no adelgazamos si comemos lo justo? ¿Por qué estamos hinchados después de un desayuno saludable?

 Demasiadas veces nos preguntamos: ¿por qué no adelgazamos si comemos lo justo? ¿Por qué estamos hinchados después de un desayuno saludable? ¿Por qué después de tomar una ensalada de lechuga monda y lironda parece que nos hubiéramos comido el jabalí de Obélix el Galo?

Y así, preguntas y más preguntas que nos obligan muchas veces a cambiar de dieta. A dejar de comer patatas asadas o una buenas lentejas (sin chorizo, claro) cuando resulta que acumulan menos grasa en nuestro abdomen que chuletas de cordero a la plancha o melón con jamón serrano.

 

La realidad se traduce en que muchos de los alimentos que creemos saludables no lo son para nuestro organismo porque vienen en nuestro ADN como negativos. Y por lo tanto, nos cuesta más adelgazar, retenemos líquidos y nos hinchamos como globos de feria. Desde hace un tiempo, el análisis de nuestro archivo genético se ha convertido en un plantilla que nos da información sobre lo que sienta bien o no a nuestro organismo.

Reducir grasas y azúcares, ingerir menos calorías, controlar las bebidas con gas… Las dietas habituales están basadas en patrones muy parecidos. Sin embargo, a unas personas les funciona y a otras no. La clave está en tus genes.

Comer conociendo los alimentos que te sientan bien o mal es el aspecto fundamental para una buena digestión y metabolización de los alimentos. Conocer posibles intolerancias, la predisposición genética a la obesidad e incluso el control de la saciedad es una manera de comer de manera saludable y de mejorar nuestra calidad de vida. Para ello, expertos nutricionistas y genetistas, dirigidos por Juan Carlos de Gregorio, fundador y CEO de Clínicas CRES (Clínicas de Recuperación del Estado Saludable), han dado con la fórmula que permite saber qué alimentos podremos tomar y cuáles no, en función de la intolerancia que puedan tener en nuestro organismo.

La saliva, o mejor dicho, el estudio de nuestra saliva, nos proporcionará la respuesta dietética sobre lo que podemos o no podemos comer, o hacerlo con más o menos asiduidad sin que nos tengamos que arrepentir.

Sin ir más lejos, unos huevos fritos pueden repercutir de forma muy diferente según el test genético, cuyos resultados ofrecen una información muy útil sobre nutrición para toda nuestra vida ya que la genética no cambia, un factor a tener en cuenta a la hora de aprender a comer en función de nuestra genética.

Basado en 26 polimorfismos seleccionados que intervienen en la nutrición, a través del test genético se investigan intolerancias a la lactosa, al gluten, a la histamina o a la mala absorción de la fructosa. También se estudian los tres micronutrientes esenciales en el día a día como son la sal, la vitamina D y el ácido fólico, así como la correcta metabolización de nutrientes.

 

 

En realidad, lo que se recoge es una muestra de ADN en la que se contrastan parámetros genéticos individuales con estudios biomédicos. Con ellos se pueden diseñar tratamientos nutricionales personalizados para mejorar la calidad de vida de las personas.

La prueba es muy sencilla. Solo se trata de obtener una pequeña muestra de saliva depositada en un bastón de algodón. A partir de los resultados de ese test, ya podremos saber si la cerveza, determinadas frutas o algunas carnes, por ejemplo, las debemos reducir a una excepción o no para siempre.

Los resultados del análisis de saliva y su evaluación son presentados al paciente mediante un informe que recoge un completo diagnóstico del estado de inflamación de la membrana intestinal y por lo tanto de la salud, la evaluación de parámetros bioquímicos, el estado hormonal y la capacidad de la respuesta inmunitaria. “La clave está en una muestra de saliva en poder del código genético y en saber cómo metabolizamos los distintos componentes alimenticios”, explica Juan Carlos de Gregorio, experto en biogenética y presidente de Cres.

 

“Si el alimento no se metaboliza bien, lo guardamos en sitios específicos de nuestro cuerpo y solemos acumularlo de forma selectiva. Es decir, leyendo el código genético de una mínima muestra de saliva, somos capaces de saber qué alimento nos sienta bien o mal. Nuestro ADN aporta una información muy valiosa para prevenir enfermedades o la predisposición a desarrollarlas, lo que permite plantear planes de prevención y pautas de comportamiento adaptadas a cada persona”, afirma De Gregorio.

Además de la realización del test genético, un médico explica al paciente los resultados de la prueba y le diseña un plan para que cambie sus hábitos de alimentación y mejore según el cumplimiento del mismo. El plan personalizado contribuye a reducir trastornos cuyos síntomas pueden producir sobrepeso, inflamación de la membrana intestinal o de las articulaciones.

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